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sábado, 14 de enero de 2012

A limine

Intercambiamos varias miradas durante toda la noche. Algunas duraron segundos. Otras, lo que parecieron minutos. Pero todas las miradas decían lo mismo. Te voy a comer. Cuando por fin me decidí a acercarme, en tu boca se dibujó una sonrisa de satisfacción. Habías conseguido lo que querías. No hicieron falta palabras, mi lengua se metió en tu boca con tanta ansiedad que no pudiste evitar lanzar tus uñas a mi costado. En aquel mismo instante supe que esa noche te tendría sudando en mi cama.
Me moría de ganas de tenerte entre mis sabanas, te deleitarías conmigo abierta de piernas, gimiendo mientras mis dientes se aferraban a los músculos de tu cuello como si me fuera la vida en ello. Pero mis piercings te ponían demasiado cachondo como para detenerte Así que seguí allí besándote, en medio de la sala, lamiendo cada poro de tu lengua y de tu boca mientras por tus gestos podía leer tus pensamientos. Si podía hacer eso con tu boca, qué no podría hacer con tu polla. Ese pensamiento te puso tan cachondo que dejaste escapar un gemido. Un gemido que me excitó tanto, que no pude evitar llevar mis manos a tu pantalón e intentar introducir mis dedos en el interior de tu ropa...
“Vamos al baño”, me dijiste. No quería perder el tiempo, te agarré de la muñeca y tiré de ti hacía la calle. No tuvimos que caminar mucho para encontrar un taxi, pero de lo poco que andamos, pude notar cómo tu  polla estaba tan dura, que posiblemente te doliese en el pantalón. Una fuente de placer se hacía notar entre mis piernas...
No pudiste aguantar a que abriese la puerta. De todas formas yo no acertaba con las llaves. Es difícil abrir una puerta cuando tienes dos manos metidas en tus pantalones, agarrando tu polla con fuerza. Me dejé llevar. Levantaste la falda, te fue sencillo. Bajarte las bragas hasta los tobillos tampoco fue complicado. Pero lo que más fácil te resulto fue penetrarme desde atrás mientras me agarrabas del brazo y lo colocabas a mi espalda. Chorreaba tanto y la tenías tan dura, que sin esfuerzo alguno te introdujiste hasta el fondo, haciendome notarte en lo mas profundo. Deje escapar un gritito que ahogaba entre gemidos. En aquel momento pensé que  me habías intentado partir en dos. Aspire hondo y me separe para que volvieses a embestirme, esta vez con más fuerza aún. Cogimos un ritmo de placer infinito, mi pelo se movía al ritmo de tus embestidas. No es que eso te molestase, pero note como lo recogías y estirabas de mi cabeza hacia atrás mientras embestías con tu polla aún más fuerte. Me sentía utilizada un poco asustada, pero estabas dándome tanto placer, que los quejidos se mezclaban con los gemidos.
Sacaste tu polla y te agachaste para lamer todo el flujo que había creado la fricción. Absorbíste mi clítoris y metiste la lengua por mi coño, estudiando cada rincón, me volvías loca con el cambio de tacto. Cuando te levantaste, lamí tu polla, saboreándola, mirándote con deseo, y verme de aquella manera, te hizo palpitar aun más, y tu polla se endurecía a cada palpito, note en tu mirada que acababas de empezar, no ibas a dejar que eso quedase así.
Conseguí abrir la puerta, a la primera. No nos entretuvimos por el camino. Arranqué las prendas a medio desvestir y las tiré a un rincón. No me quitaste ni las medias ni las botas. Te gusta sentir la textura de ambos en tus manos mientras devoras mi cuerpo. Me empujaste contra la cama,  te lazaste sobre mi  y juntaste mis tetas con las dos manos. Chupeteabas  mis pezones  con ansiedad y deslizaste tu mano hacia mi clítoris. Seguía húmedo, húmedo sería un eufemismo, estaba chorreando por ti.Metiste dos dedos y seguiste lamiendo mis pezones al ritmo de mis gemidos. Cuando tu polla estaba a reventar, te colocaste sobre mi cara, me cogiste por el cuello y me obligaste  a metérmela entera, hasta la garganta. Cerré los labios sobre ella, y me follaste la boca hasta que aparte la cabeza. Entonces me deslicé hasta tu entrepierna, y continué con el mismo ritmo. Los gemidos se hacían más intensos, yo no había casi parado de reír desde que comenzó la noche, y aún habría muchas más. carcajadas. Después de unos minutos de constantes empujones que me llevaron al placer más absoluto, sucedió. Era intenso, imparable. Un escalofrío recorrió todo mi cuerpo, desde la punta de mis pies hasta la cabeza. Cogí  tu mano y lleve tus dedos a mi boca. Ahogados mis gritos y mi risa por tus dedos al tiempo que sentías como tus piernas chorreaban con mi flujo. Me corrí en un orgasmo que pareció durar horas., con el río que tu habías buscado siempre. Me puso tan cachonda... que me pusiste a cuatro patas sobre la cama para observar como caía por mis piernas, y frotar tu polla contra mi.
Esta vez lamiste con cuidado, disfrutando de mi reciente orgasmo, aún quedaba placer en tu cuerpo.Seguías tocándote y frotándote contra mi mientras me lamías. Sin duda, ese era el placer más absoluto. Pero tú querías más.


Tendrías más.

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